Dejen volar la imaginación, les prometemos que esto les va a parecer muy relajante: imaginen la Gran Vía de Madrid ausente de todo ruido de cláxones y atascos, recréense en la pureza del aire no contaminado por el humo de los coches. No hay conductores haciendo la peineta a otros conductores, ni señores muy mayores abrazados al volante, circulando a dos kilómetros por hora ni desesperados curritos encomendándose a todo el santoral para encontrar aparcamiento. Así es, o más bien será Oslo en 2019, ya que sus gobernantes decidieron el pasado lunes que se convierta en la primera capital europea en prohibir la circulación de automóviles en su distrito central.
Libre de atascos y polución
De acuerdo a ‘Reuters’, la nueva medida, que se pretende “permanente”, irá acompañada de una gran inversión para potenciar el transporte público, además de la construcción de unos 60 kilómetros de carriles bici y otras medidas especiales para facilitar la movilidad de personas con discapacidad física y no entorpecer los repartos comerciales. De hecho, según Lan Marie Nguyen Berg, responsable de la medida, convertir el centro de Oslo en un espacio libre de coches “no solo será bueno para peatones y ciclistas, sino también para las tiendas”.
Otras medidas del reciente consistorio son la retirada de la inversión en combustible fósil y un acuerdo para reducir a la mitad la emisión de gases de efecto invernadero al final de la década. “El momento para una acción climática es ahora, y el nuevo gobierno dirigirá un cambio medioambiental a nivel local y global”, explicó Berg en declaraciones a ‘International Business-Time, y añadió que la ciudad de Oslo debe asegurarse de asumir su responsabilidad.
Que una urbe cierre su casco histórico a la circulación de coches por motivos de conservación del patrimonio, como ocurre en muchas ciudades españolas, o de sostenibilidad, en el caso de Oslo, es una cosa, pero llegar al punto de que todos sin excepción tengamos que viajar en bici podría ser totalitarismo de maillot. Y hay quien tuvo esa idea… El colectivo de arquitectos y urbanistas Cycle Space ha proyectado un modelo de ciudad enteramente basada en la bici, con autopistas para velocípedos, rampas en los edificios e incluso infraestructuras que protegen a los pedaleantes transeúntes de las inclemencias del tiempo.
Bajo el divertido nombre de Velotopia, el prototipo ha sido propuesto para implementarse en el vecindario de Chelsea, en Nueva York, una ciudad, por cierto, donde circular en coche es una verdadera locura y parar un taxi todavía más.
Utopías ciclistas o ciudades donde unos neumáticos jamás volverán a hacer saltar la gravilla, las nuevas políticas por un urbanismo sostenible plantean futuros dilemas sociales: ¿Se reducirá el precio del transporte público? ¿Harán extensivo el uso del coche eléctrico? ¿Acabarán por perder todo el mérito los ciclistas del Tour de Francia? En tanto, vayan recuperando los tándems para las escapadas en familia…